Cuando la infraestructura colapsa y los precios flaquean, ¿sobrevive la gallina de los huevos de oro?
El primer trimestre de 2025 desnuda las entrañas de un sector petrolero ecuatoriano en terapia intensiva. El informe del Banco Central no es solo un compendio estadístico; es el parte médico de una industria que sangra por tres heridas abiertas: infraestructura caduca, gestión titubeante y mercados volátiles.
"41,86 millones de barriles" suena a cifra robusta hasta que se observa la curva descendente: -4,4% interanual. La rotura del SOTE en marzo no fue un accidente, sino el síntoma de una negligencia crónica.
Cuando la tierra se traga un oleoducto en El Vergel (Esmeraldas), no solo se derraman 258.000 barriles diarios de crudo: se derrama la credibilidad.
EP Petroecuador, responsable del 80% de la producción, retrocede a niveles de 2023 mientras las privadas intentan compensar el vacío con hallazgos como los cinco pozos de Gran Tierra Energy. Pero ni el "crecimiento del 229,38%" en pequeños actores oculta el diagnóstico: el modelo extractivista está agotado.
Aquí yace la ironía más cruel: un país exportador de crudo importa el 42,16% de sus derivados. Las refinerías operan a media máquina: Esmeraldas al 51,4% de capacidad, La Libertad al 73,3%.
La FCC –su corazón tecnológico– colapsó en agosto de 2024 y aún convalece. Mientras técnicos luchan contra "fallas de aire" y "taponamientos de válvulas", Ecuador paga USD 1.573 millones por naftas, diésel y GLP importados.
¿Cómo explicar que procesemos 9,82 millones de barriles (17,9% menos que en 2024) mientras compramos fuera lo que deberíamos producir adentro? La respuesta huele a combustible viejo: inversión postergada, mantenimiento fallido.
Los USD 2.072 millones por ventas externas esconden un mal negocio:
El "motor clave de la economía" (como lo llama EP Petroecuador) tiene pistones desgastados. Cuando un derrame paraliza ventas y el MEM apenas exporta 3,32 millones, la dependencia petrolera se revela como un pacto faustiano.
La tabla 15 del informe debería encender alarmas:
Por cada barril de diésel importado (USD 104,76), Ecuador cobra USD 76,3 en ventas internas. El GLP importado (USD 51,83) se revende a USD 11,2.
El resultado es una sangría de USD 318,44 millones en solo tres meses. Esto no es un subsidio: es un modelo perverso que premia la ineficiencia y castiga las arcas públicas.
Mario Vargas Llosa diría que "la civilización del espectáculo" nos impide ver crisis estructurales. El informe del BCE es la radiografía de un paciente que ignora su gravedad:
El petróleo ya no es el salvador, sino el lastre. Ecuador juega a la ruleta rusa con un revólver cargado de variables geopolíticas y tubos oxidados. La pregunta no es si habrá otro derrame, sino ¿cuántos derrumbes más aguantará el modelo?